lunes, 24 de febrero de 2014

Presentación del Personaje

Pedro Nicolas Justiz Rodriguez





La música cubana está llena de personajes extraordinarios; gigantes de la talla de Celia Cruz, Beny Moré, Pérez Prado, Machito y Arsenio Rodríguez. Sus contribuciones al desarrollo de la música latina fueron tan monumentales que hasta el día de hoy son recordados y homenajeados.
Pero la edad de oro de la músicacubana —digamos, la época que abarca las décadas de los 40 y 50— también albergó al genio creativo de un grupo de artistas que por razones diversas no conocieron la fama a un nivel masivo. Afortunadamente, el paso del tiempo y la prolija reedición de los discos de antaño por parte de compañías especializadas nos da hoy la oportunidad de descubrir y revalorizar los tesoros del pasado.
Ese es el caso de Peruchín, quizás el pianista más elegante de toda lamúsica cubana y uno de los primeros en combinar la estética del jazzestadounidense con los formatos bailables de Cuba. Maestros de la salsa como Eddie Palmieri y Papo Lucca, el tecladista de la Sonora Ponceña, mencionan a Peruchín como una influencia indispensable.

Uno de los pasos más importantes para hacerle justicia al legado de Peruchín ocurrió en 2005, cuando el sello Tumbao editó una caja de tres CDs titulada El Marqués del Marfil, refiriéndose a Peruchín como un “genio del tumbao y la descarga cubana”. Esta excelente colección se consigue hoy en formato de descarga digital. También hay otros discos del pianista en el mercado, como The Incendiary Piano of Peruchín, grabado en 1960 para el mercado estadounidense.
Pedro Nolasco Jústiz Rodríguez nació en Cuba en 1913. A través de su fructífera carrera, colaboró con la Orquesta Riverside y el excepcional arreglista Chico O’Farrill. Escribió orquestaciones para Beny Moré y Olga Guillot, grabó con el bajista Cachao y colaboró con el cuarteto Las D’Aida. Quienes lo conocieron hablan de un hombre sencillo y tranquilo, quizás tan sutil como su propia música.
El mambo-chá Mamey Colorao es una de sus composiciones más notables. Peruchín podía generar el swing bailable de las orquestas afrocubanas más fogosas, pero la hacía a través de una sofisticación suprema, un toque aterciopelado que recuerda a virtuosos del jazz como Oscar Peterson. Su fraseo es natural, desprovisto de complicaciones, tan suave como la mejor música cubana de la época de las grandes orquestas y los fastuosos salones de baile. Quizás por eso la música de Peruchín tenga más valor hoy que la elegancia es una virtud envidiable.
Peruchín tiene la cualidad que define a los grandes de la música tropical: Adapta los clásicos del cancionero cubano y les imprime su sello personal, ese viboreo de los tumbaos del piano. Entre los mejores ejemplos: el Son de la Loma y Lágrimas Negras de Miguel Matamoros; el Bilongo que recuperó su vigencia a través del Buena Vista Social Club; las Tres Lindas Cubanas; y la infaltable Guantanamera.
Pero como todo buen jazzista, el repertorio de Peruchín se adentraba en otros géneros: una deliciosa adaptación de Rhapsody in Blue de Gershwin en tres minutos de sabor concentrado; Brasil de Ary Barroso; tiernas versiones de Laura, Over the Rainbow y The Man I Love; y unaCumparsita que mezcla tango con cha cha chá.


Peruchín murió en 1977, sin recibir los honores que se merecía. La redención llega hoy, en la era digital: La belleza de sus grabaciones ha trascendido el paso del tiempo.












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